Él, llega de manera apresurada,
voltea si le grito,
observa mi vestido,
mientras pide un café y su cigarrillo.
Toca lentamente,
acaricia ese instrumento,
sobresalta cada poro de mi cuerpo.
Toma, fuma, canta, y grita a veces,
él transforma toda la casa,
se acuesta de manera pausada,
pero desaparece como la noche.
Es de noche, está presente.
Vive, se sienten sus manos,
al acariciar su preciado instrumento.
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Pecadores.