viernes, 1 de agosto de 2014

Los aeropuertos, y yo.

Era una mañana cualquiera, y estaba en un aeropuerto.
Justo ahí, nuevamente después de mucho tiempo y siempre había pensado y lo sigo sosteniendo, que es uno de los lugares mas contradictorios en este mundo,  y esos son los aeropuertos.  Están llenos de  emociones, que nos pueden transmitir alegría, tristeza, melancolía, y todos esos movimiento de panza que causa el estar ahí, ya sea para esperar , despedir, y viceversa.
Yo transpiraba, si,  las manos siempre me transpiran cuando estoy nerviosa, y no lo puedo evitar, mientras estaba  sentada junto al café, esperando la despedida, nuestra. Él me observaba en silencio, seguramente tomaba fotografías mentales, al igual que yo.
Desde que recuerdo, y era niña siempre he odiado las despedidas, dejar ir, soltar, quedarse sola, no me gustan, me deprimen. Y así será siempre.
En ese lugar ver gente cruzar, correr, sonreír, llorar, es inevitable que toda esa carga de emociones te sobrepasen el corazón, al menos para mi.
Él siempre intenta abrazar al despedir, yo no puedo, siempre me desespero es como sentir que te quieren atrapar en ese abrazo, y que ya no volveré a ser mía. Tengo miedo a ese abrazo de despedidas.
Lo deje avanzar, cargado de recuerdos para que se fuera así y yo también me quedaba con algunos. Caminamos de la mano, hasta llegar a la puerta, esa puerta oscura que te aleja y quita todo  y al mismo tiempo te causa revuelo, y ahí estábamos tomados aun de la mano, esperando ver quien soltaba primero, se alejo de mi ,  y al llegar a ella dio la vuelta por que seguramente sintió que yo lo seguía mirando como me dejaba con los recuerdos, y sin llevarse ese abrazo. Y justo ahí, hice algo que él jamás supo; leí sus labios, leí sus te amos, y extraños.
Y aún él no sabe, ni quiero.